Juan vivió intensamente todas
las facetas de su vida, que fueron muchas, hasta que el mar Cantábrico, repleto
de bellezas y desgracias, se la arrebató en un golpe de mala suerte.
Gran profesional de la informática, excelente amigo, de
una generosidad sin límites, me atrevo a realizar una breve semblanza de su
faceta deportiva, tan brillante como todas las suyas, empujado por una necesidad
de sacar fuera de mí la rabia y la tristeza que me produjeron su desaparición.
Juntos vivimos las épocas históricas
de la espeleología castellana en las que se introducían nuevas técnicas de
exploración completamente desconocidas en ambas Castillas y casi en España.
Solo algunos grupos vascos y catalanes, en contacto directo con los franceses,
las practicaban en aquellos momentos. Juan participó con su entusiasmo característico
en la introducción de materiales, hoy en día estándares desde hace bastantes
años: spit, jumar, descendedor, ...
Participó en las grandes campañas
en las que la espeleología Castellana y Valenciana hacía sus primeras
incursiones en la “Espeleología alpina”, el equivalente al Himalaya en
montaña, que en este caso estaba mucho más cerca de nuestras fronteras, como
en el caso de los Alpes, a caballo de ellas, como en el caso de Pirineos o en
nuestro propio territorio, como en el caso de Picos de Europa.
Participó en la creación de
aquella Escuela Castellana de Espleología que elevó el nivel técnico de los
espeleólogos de la región durante un largo periodo, truncado por las envidias
y las intrigas de poder existentes
en la Federación, que consiguieron dar al traste con ella.
Siempre con una entrega, un
entusiasmo, una capacidad técnica y un espíritu de compañerismo y sacrificio
que le hacían destacar del conjunto.
A pesar de ello, sus cimas
deportivas más altas las alcanzó practicando el espeleobuceo en el seno del
Grupo STD, en el que representó, mientras estuvo en activo, su figura más
relevante, en unas actividades que alcanzaban el reconocimiento internacional
entre los grupos de espeleobuceo de mayor renombre en el mundo. Poseía todas
las “Puntas de exploración” que se hicieron durante su periodo activo, en
cavidades tan carismáticas en España como lo son la Fuentona de Muriel, el
Pozo Azul y el Túnel de la Atlántida.
Juan no perteneció a ningún
grupo de rescate, pero arriesgó su vida en muchas ocasiones por rescatar a algún
compañero perdido en alguna cavidad sumergida. Uno de esos rescates, en los que
se involucró afectivamente como siempre, y en el que la dura realidad mostró
que la burbuja salvadora que él esperaba, no existía más que en su imaginación,
le retiró del espeleobuceo, la actividad que más quería. En Juan podía más
la faceta humana que los entusiasmos deportivos.
Últimamente dedicaba su ocio a
transmitir todo lo mucho que sabía, humana y deportivamente, a los afortunados
que lo tenían por maestro. Juán era Instructor de Buceo por ACUC Internacional
e Instructor de Nitrox por IANTD, pero su mejor titulación eran los cientos,
quizás miles, de inmersiones en las que siempre ayudó y enseñó al compañero,
antes y después de ser instructor; dentro y fuera de los cursos.
Dedico estos pobres y áridos
artículos a Juan, quizás la única persona que tenía las agallas de leérselos
y de preguntarme las dudas que le surgían.
El recuerdo de Juan seguirá
flotando vivo e ingrávido en las mentes de cualquiera de las personas que le
conocieron. Por él me es todavía mas imperiosa la necesidad de que la ciencia,
en su avance continuo, desvele los dos interrogantes esenciales para toda
cultura y época: cuál es la esencia de nuestra conciencia y cuál su
perdurabilidad en el tiempo, aunque mucho me temo que nuestra esperanza sea como
la burbuja imaginada por Juan en aquel rescate que le retiró del espeleobuceo.
No importa, amigo Juan, aunque
te hayamos perdido para siempre, vas a formar parte de los recuerdos mas entrañables
y agradables de nuestras vidas.
Un fuerte abrazo. Pepe Medina
Madrid, 14 de Noviembre de 2004